jueves, 14 de agosto de 2014

no, no, ¡NO!

Sumergir despacio el cuerpo, lentamente, dejando que el agua caliente provoque que la piel se inquiete mientras se adapta a la nueva temperatura, primero las piernas, luego las caderas, el vientre, los brazos, el pecho y por último hundir la cabeza, y quedarte quieta, muy quieta, escuchando las ondas del agua, como si fueran las del mar, ésas que nos relajan tanto.

Hundir la cabeza y escapar de este puto ruido que todo lo inunda.
Hundir la cabeza, contener la respiración y esperar ése momento en el que la música vuelva a sonar en nuestras cabeza.