de mis gilipolleces I: el precio justo

De entre las muchas gilipolleces que me caracterizan voy a comenzar esta serie, aún a sabiendas de que quizá no tenga continuidad, con una que destaca sobre el resto: hacer un conteo mental rápido mientras coloco los productos en la cinta de la caja del supermercado e intentar adivinar el precio de la compra total.

Analizando esta gilipollez en profundidad creo encontrar su orígen allá por los 90, y es que soy de la generación que vió morir el UN,DOS,TRES para ver nacer programas como EL PRECIO JUSTO: aquella voz profunda de Primitivo Rojas, aquel Joaquín Prat con su popular "a jugaaaaaaaaarr" que usamos y desgastamos hasta el aburrimiento en los primeros años de instituto cuando algún profesor nos sacaba a la pizarra... Y cómo no, aquellos escaparates llenos de electrodomésticos, coches, apartamentos ante los cuales babeaba puesto que en mi casa "tirábamos" con un "citroen 2 cavallos o caballos o lo que fuere", veraneábamos en el chalet de mi tío a 7 km de mi pueblo y los electrodomésticos más sofisticados eran una freidora y una yoghurtera que mi madre ganó enviando una receta al concurso de una revista.

En definitiva, que aquellos días marcaron mi adolescencia y me dieron la posibilidad de practicar lo que hoy ya considero un don. Lo hago rápido, sin dudar, a veces echando mano de la memoria visual, cuantos más productos mayor es el reto. Coloco todo en la cinta por tamaños o familias, lácteos, verduras, lo más pesado... Hago el cálculo mental y ¡zas! casi acierto. Créedme, soy buenísima en ésto. A la mujerdemivida la tengo alucinada. Tanto que ayer, en un cálculo de 63 euros en el que sólo me equivoqué por 75 céntimos, se dirigió a la cajera comentándolo y ésta nos miró seria quizá pensando: menudo par de freaks y además gilipollas.

Es lo que tienen las gilipolleces.