re-socializando

Había olvidado totalmente las sensaciones que se tienen al regresar a la sociedad.

Cuando llevas tantos meses en el paro, haciendo una vida totalmente diferente a la que tenías, marcándote tú los horarios, intentando llevar un orden a veces difícil, creándote unas obligaciones de estudio, labores domésticas, ejercicio... llega un momento que olvidas lo que significan las prisas matutinas, decidir qué ropa te vas a poner, colgarte un reloj en la muñeca, preparar tu bolso y salir por la puerta con una agradable sensación de nervios, sueño y prisa.

Había olvidado también la sensación de espera en la parada del bus, la tensión si tarda, las mochilas de los estudiantes, las prisas de las madres/padres, la cara de cansancio del/la currela...

Pero sobre todo no recordaba la sensación de pertenecer a una sociedad a la que aportas algo. Porque lo más triste de estar en el paro es esa auto-exclusión que te inflinges. O esa auto-exclusión a la que te empujan.

No se cuántos días me quedan porque estoy cubriendo una baja de duración misteriosa, pero sí se que va a ser un subidón de ánimo que me va a ayudar a seguir soportando las obscenas cifras de parados, el desánimo generalizado, lo azuloscurocasinegro del futuro y esta mierda de clase política que, además de desgobernarnos, no hace más que tocarnos las narices y los ovarios con canalladas del tipo "hay que aceptar un trabajo aunque sea en Laponia" o peor aún si cabe la de que "los parados, milagrosamente, encuentran trabajo un mes antes de agotar la prestación".


Políticos, banqueros, empresarios, policía... ¿hasta cuándo los vamos a aguantar?